El otro día pasamos de nuevo por la esquina de Alvear, donde está esa casa increible, gigante y que parece abandonada, siempre con las persianas cerradas, paredes llenas de manchas de humedad y las enredaderas creciendo de manera salvaje, ocupando ventanas y canaletas.
El lugar es bastante reconocible en la Ciudad porque está casi pegado al Duhau y parece un castillito inglés (o una mansión embrujada) y, según me explicó mi amiga Maga, vecina del barrio, tiene una pileta semicubierta en el patio, algo insólito para aquella época, de la que todavía se llega a ver parte del techo desde la vereda. Siempre nos asomamos a la “Residencia Maguire” y Maga me cuenta alguna historia de las élites de Buenos Aires en los 30’ y 40’.
Los que vivían en esas casas demenciales de Retiro o Recoleta se tomaban barcos para recorrer el mundo, hacían fiestas con aristócratas, tenían estancias con jardines diseñados por Thays y muy poco trabajo, porque el campo, rentado o administrado por otros y trabajado con semiesclavos, les daba el estatus de jeques árabes versión cool. Pero lejos de vivir como nuevos ricos también eran mecenas de artistas, construían edificios divinos, eran cultos, patriotas y chapaban con Borges y Silvina.
Esta vez, además de mirar la casa, pegamos un grito agudo porque nos dimos cuenta de que, por primera vez, había gente. Es más, un mozo de saco blanco radiante y moñito al cuello estaba parado en la puerta principal, abierta e iluminada. Y también vimos a una chica que se asomó, que parecía mucama, y a un hombre con jean y buzo gris de polar, de esos con cierre, al que le fuimos a preguntar todo lo que pudimos a través de la reja.
Queríamos saber si la casa se alquilaba para algún casamiento o estaban filmando una película, pero sobre todo queríamos sacar algún chisme de los propietarios y quedarnos un rato más en ese momento “twilight zone”. El hombre nos contó que simplemente los dueños habían llegado, que viven en diferentes lugares del mundo y que ese despliegue ridículo y vintage de servidumbre era “parte del protocolo que tienen ellos”.
Fue como encontrarse a un animal extinto. Suponíamos que ese mundo había desaparecido y los dueños de esas casas ya se habían muerto y las heredaron sus mil hijos y nietos, que a su vez se quemaron la plata en empresas truncas o dedicándose al arte. Llegué a pensar que en realidad le habíamos hablado a un fantasma, pero sería imposible porque al tipo de jean lo vimos entrar con una moto grande y el mozo se veía bastante salame con ese traje blanco.
Esta clase de gente transita toda su vida en modo bebé: les hacen las valijas, se las cargan hasta el baúl del auto, les preparan la comida, se la sirven en el plato, tienen chofer, les administran los negocios, les guardan la ropa en el placard, les agendan los turnos, los despiertan suavecito, les llevan el desayuno a la cama, los cargan a upa (si pasa todo lo anterior, seguro que esto también). No sé cómo impacta en la cognición humana ser un eterno bebote. En determinado momento, alguien se encarga de matchearlos con otros para que se casen y reproduzcan herederos. No hay manera de que esto no suceda: el matrimonio es una regla de vida muy firme y romperla solo genera sospecha e incertidumbre en su entorno, una nube de oscuridad.
El amor romántico es un concepto bastante nuevo a nivel histórico, funciona también como atajo social y además cobró una relevancia inusitada en los últimos años: es casi una obligación moral. Y todo esto viene a cuento, porque junio es el mes del amor, el momento donde la gente se casa o lo anuncia.
Jesica Cirio sorprendió al público y contrajo matrimonio, con el yategate todavía tibio. Dejó entrever que había cierto apuro: se casó en otoño, pero la fiesta la van a hacer más adelante, en octubre, toda una disrupción en el mundo de las bodas. Frente a la consulta de “¿A qué se dedica y por qué es millonario tu marido, que hace un año parecía medio turro?”, ella dijo: no importa lo que hace, importa lo que es. El novio se puso para la ceremonia un sobretodo blanco sobre un traje muy blanco, una barba recortada y unos anteojos de pasta. Ni idea a qué se dedica, pero muchas teorías se tejen alrededor del patrimonio en medio del escándalo de Insaurralde.
Unos días después, Horacio Rodríguez Larreta anunció que se va a casar con Milagros Maylin, su novia que es tan linda que parece diseñada por IA. Ese romance nació escandaloso porque “La derecha diario”, un portal medio turbina, filtró el affaire con aditivos (decían que ella estaba embarazada). Meses más tarde, con el noviazgo a punto de blanquearse y en plena campaña presidencial, Bárbara Diez, exesposa de Larreta, se brotó MAL, en un mix de despecho y delirio religioso. Hizo un posteo en Instagram diciendo que ante la iglesia católica ellos seguían casados y que si el tipo engañaba así a su esposa, podría engañar también a su electorado. Ninguna amiga la frenó en el derrape, ni un mensajito recibió de “amicha no da, te perjudicás, te paso a buscar, vamos a dar una vuelta”.
Pero no se achicó y con esta lógica cuestionable de “si me mintió a mí te va a mentir a vos” perjudicó al pelado más de lo que se pensaba, en nombre del amor. Porque fue desde ese lugar muy finito, muy sensible, evocando el recuerdo colectivo de “a mí también me gorrearon”, con el que Bárbara horadó, quizás sin desearlo, la campaña electoral de MI candidato, en tiempos donde la pareja tradicional es más que relevante, es crucial. Es todo.
Incluso es importante para Milei quien, aunque sea de forma simbólica e iconográfica, tiene a su hermana ocupando ese rol. Desde la comunicación se pueden compensar “cosas que faltan” en el esquema argentino termo-votante a través de la asociación semiótica: hijos/perros; esposa/Karina. Y eso está pasando.
A Lousteau tampoco le perdonan haberse chapado a una novia ajena -casualmente una love interest del universo Pro-, porque representó una afrenta a la pareja romántica idealizada, con el terrible agravante de estar ella embarazada, algo que, a juzgar por los comentarios tuiteros, es algo vomitivo y escatológico.
Volviendo a la historia de desamor de Bárbara, fue quizás el inicio del fin del sueño presidencial de Horacio 2023, porque afectó el imaginario del mundo romántico, que es un mundo muy complejo y lleno de violencias y miserias. Nobleza obliga, apenas fue una piedra en el camino trunco, y nada tiene que ver ella con los carteles “Yo no insulto”, ni las fotos haciendo surf en Chapa, capital nacional del culorroto que no llega a José Ignacio. ¿Cómo hubiese sido la historia argentina sin aquel conventillo barbarista? ¿Y sin Horacio pelotudeando en el carnaval de Jujuy? Sigo teniendo añoranza del 2023 y el futuro que prometía, en cambio tenemos lo que tenemos y no podemos hacer nada más que tomar ansiolíticos.
En nombre del amor también se justifica la enfermedad mental: Matías Alé le propuso matrimonio a su novia de 22 años en la GALA de los Martín Fierro Federales con una mini-alpargata.
Lo de Matías Alé es espectacular, él es una bomba a punto de explotar. La incomodidad de verlo sonriente y delirando es adictiva, porque en el fondo estamos esperando que arranque el brote psicótico. En el pasado ya tuvo problemas con María del Mar, una chica muy linda de la cual también estaba insta-enamorado y a quien le pidió casamiento luego de pasar con el auto por la iglesia Medalla Milagrosa en Flores: sintió que era una señal de dios.
Cuando esta ola de casamientos aparece en tele, siempre reivindico mentalmente a Flavia Palmiero, la primera en hacerse la boluda y mantenerse relajada frente al hecho de que estaba con un viejo por plata, sin pedir permiso y dando respuestas graciosas. Fue pionera y legitimó esa realidad transaccional, donde hay una situación win-win: una diva quiere el poder y el acceso a ciertas élites, a las que es muy difícil llegar desde afuera y, siendo mujer, imposible, y el hombre quiere tener una linda chica al lado que lo legitime como varón, tal como el marido de Pampita, quien si llega a separarse pierde el ministerio y cualquier capital político que asume que tiene.
No sé si es exactamente amor romántico, pero es amor verdadero, por un deseo o por una idea, y lo considero más que válido desde esta perspectiva. Cierra por todos lados en ese contrato de bienes gananciales que es el matrimonio y en el que el amor es algo que se le embadurna para justificar un muy buen proyecto societario.
Las costumbres y prácticas dentro el mundo del amor también se van transformando con el tiempo. Por ejemplo: de 15 a 17 es el horario del nuevo programa de Jay Mammon y estallaron las redes. Tardé unos segundos en caer en por qué el revuelo hasta que entendí la referencia.
A Jey Mammon lo habían cancelado hace unos años por viejo verde, luego de confirmarse que, durante un noviazgo que tuvo, existió una brecha etaria jurídicamente borrosa entre el consentimiento legal y el aprovechamiento de la inmadurez de un twink.
El concepto de “diferencia de edad” en las parejas es muy actual, y de hecho crecí con las notas sobre el cumpleaños de 15 de Sofía Gala, donde sopló las velitas con su novio Alejandro Antón de 40, o de Juanita y su pareja socialité francés bastante pasado de años y cama solar, a quien yo recuerdo como “viejo arrugado”. Todo esto lo veía de chica en el programa de Lucho Avilés y en las revistas Gente que estaban en la peluquería de mi abuela. También solía aparecer en la tele Cacho Rubio, que se había puesto de novio con una chica de 16 (después el tipo maduró y salió con una de 18) y me acuerdo de sus palabras sin googlear: “la vi y me enamoré, el culo se le veía de frente”. O algo así, que la cola era tan grande que se le veía desde los costados.
A todo esto, ¿en qué andará Marley?
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Por favor, foco! Esa casa está en Alvear y Rodríguez Peña, pegada al Hyatt, no al Alvear y a varias cuadras de Hermes. Nunca estuvo abandonada, es bastante conocida su historia y por dentro se mantiene muy bien. Por fuera no está hecha pelota pero como es monumento histórico nacional tocar el exterior tiene muchas limitaciones y es carísimo hasta para sus dueños, así que hacen lo mínimo para que no se arruine. Bueno, voy a seguir leyendo porque la confusión geográfica me desconcentró. 😜