El sábado pasado, una horda de chicos y chicas se acercó al Tortuguitas Open Mall (un centro comercial en el segundo cordón del GBA) para una “Juntada Pilchera en Zona Norte”. La juntada, como la mayoría de las cosas últimamente, terminó mal.
Los pilcheros son una nueva tribu urbana que hacen de la ropa deportiva aspiracional un culto, pasando su tiempo comprando, cambiando o mostrando sus outfits urbanos. Estos eventos, organizados en redes, buscan traspasar la cuarta pared para conocerse en persona y ver si al menos la ponen, el ABC de la adolescencia. Así, Tortuguitas (como otros puntos del país anteriormente) se proponía como una fiesta de compra, venta y trueque de indumentaria deportiva.
La tarde había empezado tranquila, pero el ambiente se fue caldeando a medida que la gente se amontonaba en el punto de encuentro. Entre doscientas y quinientas personas se reunieron, apretadas y exudando hormonas adolescentes. Algunos aprovecharon el tumulto para robar celulares, y fue entonces cuando comenzaron las piñas, las corridas y los piedrazos. No fue una pelea como a las que estamos acostumbrados (o hayamos participado): estos pilcheros pasaron de probarse una campera Adidas trucha a apuñalar a alguien. Hubo quince menores detenidos y cuatro heridos, de entre 14 y 16 años: a uno de ellos le hundieron un serruchito Tramontina de mango de madera.
El patio de comidas fue la zona donde más quilombo hubo, con faconazos y revoleo de sillas incluido: los pilcheros se trenzaron como si no hubiera un mañana, enardecidos e imparables. Los comensales alcanzaron a huir con la hamburguesa a medio terminar y los negocios cerraron las persianas por miedo. Para las próximas fechas, el shopping implementó nuevas medidas de seguridad.
Mientras los incidentes en el Mall llamaban la atención de algunos medios, no pude dejar de emocionarme por la reintroducción de la palabra 'pilcha' en la jerga juvenil, un término casi olvidado y digno de viejo meado. Antes se le decía “pilchería” a los locales de ropa; de hecho, en Punta Alta hasta hace poco quedaba la “Pilchería El Mundial” y creo que también Pilchería (¿o tienda?) Dilsa. No sé, es mi excusa para recordar el eslogan “tenga mundo, compre en Dilsa.”
En segundo lugar de relevancia, se ubica el nivel de mecha-corta, de falta temple y de ausencia de miedo a tan temprana edad (miedo a la sangre, a matar, a ser asesinado, a terminar preso), un aspecto que creo que, razonablemente, los une todavía más que el amor por Nike. De alguna manera, la furia y la moda se fusionaron acá para no significar absolutamente nada ni dejar moraleja alguna.
La violencia y el caos también encendieron debates en las redes sociales, especialmente en Reddit, donde se planteó la duda sobre si “volvieron las peleas campales de tribus urbanas a lo 2006.”
En 2006 yo ya tenía como 200 años, así que no sabía de qué hablaba. ¿Qué tribu había en ese año, con los stone ya extintos? Otro usuario dijo: “Cuando vos veías a un emo o un flogger en la calle no tenías el instinto de que te podían robar; vos mirás el video (de la juntada) y ya te desaparece el celular.” Coincido y hago click en la flechita (el equivalente a un like de Reddit). “El pincel de Dios no se equivoca,” dice otro sujeto, y no puedo evitar reírme de la falta de woke que tiene esta red del inframundo.
Casi simultáneamente a la batalla civil más Zoolander de la historia argentina, el caos también se apoderó de la inauguración de La Gran Dulce, la nueva feria de Villa Celina (otro lugar no turístico del GBA), donde moda y violencia también se entrelazaron. Este espacio es una contra-feria de La Salada, algo más cheta, que busca instalarse como su competidora. Aquí también hubo disturbios: la apertura, que viene con una larga historia de clausuras y polémicas, fue conflictiva y con aires mafiosos. Con la ropa, claramente, no se jode. La que informó sobre el estado de la cuestión fue Marixa Balli desde el lugar de los hechos. Marixa, además de una de las mejores figuras mediáticas actuales, es dueña de la marca de ropa “Xurama,” exitosamente nacida en La Salada.
Así las cosas, podemos afirmar que los sectores populares se transformaron en fashion victims y muchas veces en el sentido literal del concepto. El timing es pésimo, siendo que la ropa en Argentina está más cara que en Londres y vestirse como el Duki cuesta más que varios celulares robados. Quizás se pueda encontrar, en esta obstaculización del deseo, el origen de la agresividad pilchera.
Estos eventos, aparentemente triviales pero profundamente representativos, se dieron en una semana protagonizada por los eventos políticos y sociales más dementes. Milei bailó como mujer egipcia y recibió varios premios inventados; el Pombero se involucró en el caso Loan; Furia de Gran Hermano se dispuso a lanzar una secta y una simpática amistad se forjó entre Rusia y Corea del Norte. Todas estas noticias juntas (y más) hicieron que muchos tengamos la sensación de estar viviendo el fin de un proceso civilizatorio.
La percepción de estar al borde de un colapso es palpable. Cada tanto hay una debacle humana en la historia, pero la de ahora llegó con cierto aire de extinción. No debería ser algo negativo, porque la naturaleza se las arregla mucho mejor sin nosotros, nacidos como una falla en el reino animal. A quién se le ocurre evolucionar hacia algo tan destructivo como la conciencia de muerte, hacia la neurosis, hacia ser bípedos, largos y lampiños.
Lo que es aterrador, en cambio, es el proceso tangible del ocaso, en donde estamos obligados a vivir soportando cualquier delirio, en una ficción de cotidianeidad. Es como subirse a un avión en plena sudestada y saber que “no queda otra, ya estoy adentro, hagamos como que no se va a caer y disimulemos el pánico” (se pone auriculares, un episodio de Friends y pide alcohol a la azafata).
Google, en su respuesta automatizada, lo resume bien: estamos enfrentando desafíos medioambientales, crisis socioeconómicas, amenazas geopolíticas, desafíos tecnológicos y una crisis de valores. Después de enumerar las causas probables de cada una de ellas, el chatbot pasó a su “fase cornuda”: “Si bien el futuro es incierto, la posibilidad de un mejor mañana depende de nuestras acciones presentes. Tenemos la capacidad de superar los desafíos que enfrentamos y construir un futuro más justo, sostenible y pacífico para todos. Es importante recordar que no estamos solos en esto. Juntos, podemos construir un futuro mejor para la humanidad y para el planeta.” Creo que Gemini pensó que quería suicidarme.
El tiktoker Pizza Fuker (Renzo Cabrera) dice: “Por si no entienden que pasó, traigo data y reflexión👍🏼 #pilcheros #shoppingtom #turros #ropaturra #pilcha #viral”
🚩🚩🚩 Pero hay más señales del fin de la cultura:
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